lunes, 8 de octubre de 2007

La verdad es que ella es como el otoño.


Mentiría si dijera que en su sonrisa lleva la primavera, aunque no puedo dejar de aclarar que el sol de su mirada tiene la tibieza característica de esos días. Pero ella no es así del todo, hay algo más complicado en su persona que una tarde radiante en un jardín lleno de flores -que aunque como ella por demás hermosa- no le hace justicia al sentimiento intenso con el cual vive.

Lo curioso es que a ella la conocí durante un invierno que pecaba mas bien de intrascendente, ya que aún con la aproximación de las fechas navideñas con todo y los foquitos de serie, nacimientos, regalos y las esferitas multicolores de cristal-plástico de las tiendas de $.99 este no me presentaba nada que no hubiese visto antes y en repetidas ocasiones.

Aún por estos días, a varios años de aquel primer encuentro, no puedo (y a lo mejor no quiero) encontrar la explicación natural a la manera en la que mi vida fue cimbrada desde sus más profundas raíces con su sola presencia y sus mejillas sonrojadas.

La verdad no recuerdo lo que traía puesto yo ese día, ni de mi estado de ánimo antes de caer en cuenta de su presencia. Lo que sí sé es que me sentía más bien como invisible y casi perdido entre una muchedumbre compulsiva y gastadora. 

Tras un año más bien normalito, el final no pintaba diferente y yo sin otra cosa más que con las ganas de que comenzara el nuevo me sacudió de una manera indecible el vaivén de su caminar mientras me tomaba a sorbos un latte sin azúcar y bastante espumoso.

Juro que hasta la luz de los focos le acariciaba con una delicadeza distinta a la manera en la que esa misma luz se dejaba caer y deslumbraba al resto de las personas dentro de aquel café. Y mientras ella veía los anaqueles llenos de tacitas, cajas de chocolate y platitos con motivos decembrinos, yo no dejaba de preguntarme: "¿como era posible?"

¿Cómo… era… posible?
Aún no encuentro la respuesta. 
Y sigue siendo posible. 

Lo que aconteció después es aún más inconcebible para mí y sin embargo también “es”.

Me puse de pie -más por inercia que por convicción- e intenté acercarme a ella. Aunque creo que lo que de verdad pasó fue pensé en acercarme a ella, pero a final de cuentas no logre ni lo primero ni lo segundo y a lo único que atiné fue a admirarla.

Y que bueno, porque de haber hecho algo más lo más seguro es que hubiese hecho una burrada que le hubiera dado en toda la torre a la magia del momento convirtiéndolo en un mezquino, egoísta e infructuoso intento de ligar a una chava en un café de moda.

Con esa tranquilidad muy de ella y una gracia que le caracteriza se formó en la fila para hacerse cargo de sus compras y yo con la palabra en la garganta, por que ni siquiera la palabra se aventuraba a llegar a la boca por miedo (o precaución) de arruinar un momento que con su sola presencia se había convertido en algo perfecto.

Caprichosa, como la hoja en el viento que se aleja del árbol en el cual creció después de cambiar su color a dorado, pagó y se fue. Y yo la seguí con la mirada hasta la puerta. Sentí que no tenía derecho de hacer algo más. Sentí que una criatura como esa no puede ser interrumpida en su camino. Sentí que el destino, o el universo o Dios me habían dado una muestra de su grandeza y yo no tenía que hacer nada más que dar las gracias y soñar en la gama de las posibilidades y confiar en el otoño... cuando la volví a ver.

5 comentarios:

Dave it dijo...

que buena historia, digna de ser contada una y otra vez... felicidades por haber encontrado algo maravilloso en la vida. Espero que el destino sea gentil conmigo como lo fue contigo... y vete por los discos antes de que se pierdan con las cosas de la mudanza

Will dijo...

Edgar, gracias por el comentario y me da gusto encontrar tu blog, ya tengo material para leer un buen rato. Se ve q estas feliz y la verdad me da muchisimo gusto. Nacimos para ser felices y disfrutar la vida.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Te amo.

Dave it dijo...

yo tambien te amo

Dave it dijo...

i no es to do list mia, hay muchas cosas ahi que no haria como fumar, engordar 50 libras y no hacer tareas, pero otras cosas si las he hecho, en fin, solo eran pensamientos que se me ocurrieron seguidos y los plasme